martes, 28 de diciembre de 2010

Norberto Antonio




Lavaban la ropa las manos de mi madre,
sus hijos reíamos al descuido,
el cielo era más azul de lo que él aspiraba a ser.
La madre de mis hijos los atenúa
con manos parecidas a su madre,
mi hija besa al mundo con las manos,
hay mujeres que saben lo que digo.
Tienen artrosis las manos de mi madre,
un mal que le impide acariciarme la frente
como cuando los cielos eran intensamente azules.
Apenas si las levanta para despedirnos
yéndose sin irse
o consciente de que no volverá a ser aquélla.


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Cruzando los cuarenta cada uno tiene
el rostro que se merece.
Así, el déspota lleva en su frente
un grito de metal que lo persigue y lleva
una luz sórdida el cobarde en las mejillas;
los rasgos del infeliz son áridos,
púrpura la boca del psicópata,
mucho más absurdo es el cínico riendo.
Pasan los de almas bellas destilando áureos,
los solidarios pasan angelados, portan ojos
los buenos para morigerar malicias
y es brisa la respiración del justo.
Hasta el cielo cicatrices después tiene.




Norberto Antonio
Nació en Rosario 1951, Pcia. Santa Fe

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Poesía del Mondongo

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