jueves, 22 de diciembre de 2011

Yalaluddin Rumi



EL INTERÉS SIN EL CAPITAL        
La comida del amante es el amor del pan
Que no necesita estar a la mano.
Nadie que sea sincero en su amor es esclavo de la existencia,
Los amantes nada tienen que ver con la existencia;
Los amantes obtienen el interés sin el capital:
Sin alas, vuelan por el mundo
Sin manos, sacan la bola de polo fuera de la cancha.
Aquél derviche que capturó el aroma de la Realidad
Solía tejer canastas a pesar de que le habían cercenado las manos.
Así, los amantes levantaron sus carpas en la inexistencia:
Son de una cualidad y esencia, como  la inexistencia.




EL BARCO NAUFRAGADO EN EL AMOR
¿Debería el corazón del Amor alegrarse a menos que me queme?
Ya que mi corazón es la morada del Amor
¡Si has de quemar tu casa, hazlo Amor!
¡Quién dirá que está prohibido?
¡Quema esta casa por completo!
La casa del Amante mejora con el fuego
De ahora en adelante mi objetivo será quemarme
De ahora en adelante mi objetivo será quemarme
Ya que soy como la vela. El fuego aumenta mi brillo.
No duermas esta noche: por una vez, atraviesa la tierra de los desvelados
Mira a estos amantes ahora afligidos
Y que, como polillas, han muerto en unión con el Amado
Observa a este barco de las criaturas de Dios
Y cómo naufraga en el Amor.



Traducciones del inglés de
Ruth Terrones y de Ali Bahman


Yalaluddin Rumi
Nacido en la importante ciudad de Balj (en el actual Afganistán), en el año 604 de la hégira islámica, que corresponde al 1207 de nuestra era, es decir, hace ocho siglos, Rumi viajó a temprana edad hacia La Meca. Se dice que de camino se detuvo en Neyshapur, donde el célebre poeta Farīduddīn ‘Attār, ya anciano, le habría dado una copia de su Libro de los secretos (2). Más tarde se dirigió a Konya (en la actual Turquía) junto con su padre, quien fue cálidamente acogido por el rey selyúcida Kayqubād. Rumi se ocupó pronto, como experto —al igual que su versado padre— en las diversas ciencias tradicionales, una posición eminente entre los doctos de esta ciudad de Anatolia.





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Poesía del Mondongo

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