lunes, 21 de julio de 2014

Pedro Aznar




A Mishima

¡Hunde la espada en tu vientre!
y deja que la sangre brote
sublevada
como el primer semen
frente a la hermosa imagen
del mártir cristiano.

Creo saber lo que querías:
La grandeza del hombre,
dibujada, irrenunciable,
en los hombros del atleta que amaste
a la distancia;
La vida
hecha un aterrador punto brillante,
colgando del hilo transparente de la desesperación
de Yasue,
sus sobrinos tragados por el mar
frente a sus ojos
de vigía impotente;
El amor indomable
que te mate siete veces:
devorado,
atravesado por espadas,
ahogado en sus aguas turbulentas,
abrasado por su fuego incontrolable,
borracho de veneno, mordido por serpientes,
aplastado en una lluvia torrencial
de piedras, hasta darte la inmortalidad
que desdeñabas; y
La muerte, al fin,
como el orgasmo verdadero
de la liberación.

Ningún otro beso podría haber saciado
tu casta boca,
hambrienta del sabor olvidado
de la carne humana.

¿Qué hiciste,
griego loco,
encarnando en samurai?




Estambul


Rostro cubierto
Piel de color oliva
Ojos antiguos

Ríos de gente
salvajemente bella
Conozco a todos

Sudor paisaje
de parra y aceitunas
por los tejados

Carros de fruta
Los pájaros insisten
en ser el cielo

Un laberinto
de luz enloquecida
Las piedras saben

El mar no miente
Un rayo en mi cabeza
Yo ya estuve aquí



Pedro Aznar
De "Pruebas de fuego" -  Editorial Longseller (1992)



Nació en Buenos Aires, en 1959.


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Poesía del Mondongo

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